La innovación en la autenticidad de los documentos


Me lo comentó Santiago Segarra, a la sazón Director de Informática Tributaria, en Gijón, durante las jornadas del X Tecnimap que se celebraron entre el 27 y el 30 de noviembre de 2007.

Había visto la norma que planteaba el uso de la máquina de escribir sin menoscabo de la capacidad probatoria del documento en el que se utilizaba.

Esto venía a cuento de algunas reflexiones que habíamos tenido sobre la capacidad probatoria de los documentos electrónicos.

No pudo pasarme la referencia, pero tras una pequeña investigación la encontré algún tiempo después.  También lo comenté con Alfonso Melón Muñoz, Abogado del Estado, con quien coincidí en una jornada en La Rioja el 26 de junio de 2008.

Ahora, al referenciarla en este post, me parece justo mencionar a otras personas que se han hecho eco de la norma en sus artículos:

“S.M. el REY (Q.D.G.), y en su nombre la REINA Regente del Reino, ha tenido á bien disponer que en todas las oficinas del Estado, provinciales y municipales se admitan cuantas instancias y documentos se presenten hechos con máquinas de escribir, en los mismos términos y con iguales efectos de los escritos ó copiados a mano.”

Aunque hubo intentos por conseguir construir una máquina eficaz para escribir desde comienzos del siglo XVIII, habría que esperar hasta 1874 para la aparición en el mercado, por parte de la empresa Remington Typewriter, del para muchos extraño aparato que, de alguna manera, iba a propiciar un gran cambio en el mundo del comercio.

Porque la generalización del uso de la máquina de escribir en el ámbito de los negocios supuso una multiplicación de las posibilidades de desarrollo de los mismos, antes limitados por la dificultad de establecer una correspondencia legible y rápida con clientes o suministradores.

Además, este invento generó una nueva profesión, la de mecanógrafo, que rápidamente exigió unos estudios específicos para aprenderla.

Así, en España, una Real orden de 12 de febrero de 1900, firmada por Francisco Silvela, dispone se admitan en las oficinas públicas los escritos que se presenten “hechos con máquinas de escribir, en los mismos términos y con iguales efectos de los escritos ó copiados á mano”.

En nuestro país, la mecanografía, generalmente unida a la taquigrafía, se introdujo en la reforma de la Enseñanza secundaria de 1926 (el conocido como Plan Callejo) -no como asignatura, sino como trabajo práctico-; impartiéndose, con algunas interrupciones, hasta los años sesenta. También hubo profesorado oficial a lo largo del siglo pasado de mecanografía, entre otros, en las Escuelas de Comercio, en las Escuelas de Magisterio, en las Escuelas de Adultos y en las de Adultas, en los llamados Centros de Enseñanza Media y Profesional, en las Escuelas de Artes y Oficios, en las Escuelas de Trabajo y en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer de Madrid.

El cambio hacia la adopción del archivo electrónico es similar al que se produjo en el año 1900 en relación a la máquina de escribir. En aquel entonces se publicó una orden en la Gazeta de Madrid firmada por Francisco Silvela por la que la Regente disponía literalmente que “en todas las oficinas del Estado, provinciales y municipales se admitan cuantas instancias y documentos se presenten hechos con máquinas de escribir, en los mismos términos y con iguales efectos de los escritos o copiados a mano”. Aquello fue un avance aunque tuvo sus detractores: aquellos que apreciaban que el documento ‘escrito con letra mecánica’ no tendría posibilidad de prueba caligráfica, más que la de la reducida a la simple la firma (menos cantidad de texto), sin disponer de todo el texto como evidencia a someter a criterio del perito.

Más de un siglo después nos encontramos ante un escenario parecido. Desde hace ya años, el paso de documentos papel a otros soportes ha introducido una nueva dimensión en la gestión favoreciendo la comunicación, la clasificación y la búsqueda de información.

Y aquí está el documento: La real orden de 12 de febrero de 1900, publicada en la Gaceta de Madrid de 19 de febrero de 1900.