¿Es el DNI electrónico un gran fiasco?


Hace un par de años mereció letras de titular sensacionalista una frase descontextualizada del Presidente de nuestra asociación AMETIC, que tanto ha empujado la adopción del DNI electrónico, incluso antes de la fusión de las dos asociaciones empresariales tecnológicas de las que procede: AETIC y ASIMELEC.

El periódico El País incidió solo en los aspectos negativos (que los hay) porque el continuo descenso en inversiones TIC de los últimos años por parte de grandes y medianas empresas y administraciones públicas estaba originando deterioros de sostenimiento en los despliegues ya realizados y ponían en riesgo la competitividad española a medio y largo plazo.

Como si después de acometer grandes inversiones para construir autopistas se abandonara su mantenimiento por no asumir costes marginales y se acabara con un equipamiento deteriorado y peligroso.

«Un gran fiasco». Así califica al DNI electrónico José Manuel de Riva, presidente de la asociación de empresas tecnológicas, Ametic. La culpa, en su opinión, la falta de aplicaciones para esos 34 millones de documentos que, según la Policía Nacional, ha sido ya expedidos.

En cuanto a la administración electrónica en España, para De Riva el balance es «en general negativo, salvo excepciones. Hay ministerios con aplicaciones y sistemas de comunicación con el ciudadano bastante adaptados incluso pioneros, pero otros, en cambio, funcionan fatal».

De Riva ha advertido que la Agenda Digital española está enunciada, pero no desarrollada. «Se está observando cierta demora en la Agenda Digital. Se nos va a pasar la mitad de la legislatura y estamos todavía mareando la perdiz», ha apostillado. Para De Riva, en España, al igual que en toda Europa, hay un «exceso de regulación», así como «demasiadas trabas impositivas» que gravan la actividad para «exprimir» al sector de las TIC y hacen perder competitividad.

El sector de las TIC facturó el pasado año 85.703 millones de euros, lo que representa un descenso del 5% respecto al ejercicio anterior, con una caída de todos lo sectores, pero especialmente en electrónica de consumo (-23%) y en componentes electrónicos (-16%).

Ciertamente, son muchos los retos a acometer y esencial la aportación de las empresas especializadas en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) para la modernización de nuestra sociedad en un contexto internacional altamente exigente.

Y muchas grandes inversiones pueden verse desperdiciadas si no se gestiona adecuadamente su continuidad. Pero el DNI electrónico, en mi opinión, con sus luces y sombras, es uno de los grandes aciertos de los gobiernos anteriores, de diferentes signos políticos.

España es líder mundial en número de certificados cualificados expedidos. Certificados de alta calidad, basados en dispositivo cualificado, bien diseñados para favorecer la interoperabilidad. Los años de experiencia nos han conducido al DNI 3.0 que se ha lanzado este año 2015 y que resuelve casi todos los aspectos técnicos criticados en el pasado e incorpora mejoras pensadas en un mundo digital marcado por la movilidad.

Me considero un experto en aspectos de firma electrónica y me siento orgulloso de que España haya desplegado la infraestructura que la favorece y de que los españoles contemos con esta extraordinaria herramienta en nuestros bolsillos.

Pero el potencial del DNI electrónico no se circunscribe a sus aspectos técnicos, sino que se materializará cuando los ciudadanos seamos conscientes de lo que implica y nos habituemos a su uso. Y las empresas e instituciones empiecen a desplegar mecanismos de identificación y firma sencillos y orientados al usuario.

El propio «viejo» DNI electrónico no es el principal responsable de la escasa calidad de muchas implementaciones tempranas que conducían a sus uso. Todavía se abusa de sistemas de firma electrónica (Key Usage: ContentCommitment) cuando se deberían usar sistemas de autenticación SSL basada en certificados (Key Usage: ElectronicSignature).

Se usan despliegues basados en java para firma en cliente web (que provocan miles de problemas de incompatibilidad de navegadores, sistemas operativos y versiones de máquina virtual java y miles de problemas de soporte), cuando los documentos deberían firmarse tranquilamente con aplicaciones nativas antes de remitirlos de forma sencilla por otros procedimientos, que, posiblemente ni siquiera requieran autenticación.

El verdadero éxito del DNIe es que cada vez somos más conscientes de que está ahí, de que lo tenemos en el bolsillo y de que debe de servir para algo. Y de que se ha roto el círculo vicioso de que el reducido número de usuarios no justifica el despliegue de aplicaciones.

Los problemas de la generalización del DNI electrónico, son los consustanciales a un gran despliegue, y los típicos asociados a la gestión del cambio, y los habituales asociados a la adopción temprana cuando las tecnologías no están del todo maduras.

Sin embargo este gran número de DNIe expedidos nos sitúan en la «pole position» de la sociedad digital.

Los «feature phones» permiten hacer poco más que hablar por teléfono y enviar y recibir SMS pero en eso son perfectamente compatibles con los «smart phones». Y en algunos países africanos la bancarización de personas humildes se vehiculiza mediante terminales sencillos de pocas prestaciones.

Como nos vamos habituando a un acelerado ritmo de innovaciones de alcance global (impulsado por «grandes players») llegamos a pensar que nuestro propio contexto de innovación se queda atrás. Y no es así. Los retos superados por los españoles y por los especialistas españoles en identidad digital, gobierno digital, comercio digital y, en definitiva sociedad digital, posiblemente permitan ayudar a otros países más rezagados, que no sufrirán los «problemas de crecimiento adolescente» que hemos sufrido por nuestra propia ruta innovadora.

Pero ayudarán sobre todo, a que las próximas generaciones de españoles consideren normal el DNIe, un potente instrumento que con el tiempo se convertirá en un trofeo que pocos otros países podrán mostrar en sus anaqueles.

Y ya va siendo hora de que nos quitemos complejos.

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